Viernes, 08 ene. 2021 "Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente, Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció" (Mat 8:1-3). Nos hemos acostumbrado a las etiquetas, pero algunas veces nos etiquetan no en fotos, sino con adjetivos que duelen. ¿Qué pasaría si todos anduviésemos por la calle con un cartelito con las etiquetas que otros nos ponen, o esas que a veces nos autoasignamos, que pueden tener un poco de razón, o solo ser un espejo de cómo se siente el otro? El hombre de nuestra historia llevaba una etiqueta antigua que no podía esconderse detrás de una pantalla o de un perfil estratégicamente pensado. Tenía que gritar "¡Inmundo! ¡Inmundo!" por si alguien no se había “actualizado". En El Deseado de todas las gentes, leemos que ellos, los leprosos, "no se atrevían a esperar que Jesús hi...