Video: Salvados para servir

 


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Pedro Tabuenca

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 Pedro Daniel Tabuenca, hijo de misioneros adventistas, fue médico egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires en el año de 1954. Fue profesor, director de la Clínica Médica Adventista Belgrano (Buenos Aires), del Sanatorio Adventista del Plata (Entre Ríos) y se ha destacado como conferenciante y pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su fecunda labor docente se dejó ver claramente al ejercer su liderazgo como fundador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Adventista del Plata. Destacado en el quirófano como célebre cirujano, en aula como profesor mentor de vocaciones médicas, pródigo capacitador de decenas de profesionales en la noble labor de sanar al prójimo, y escritor de abundantes artículos y obras que lo mostraron, a lo largo de las décadas, como coherente cristiano que vivió lo que enseñaba. Pedro nos dice: “Porque soy testigo de las misericordias de Dios para con aquellos que, en muy diversas circunstancias de la vida, permitieron ser perdo
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Vida de un Adventista

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Pedro nació en argentina 1927, cuando el creció se hizo a la idea de seguir medicina y estudió el colegio en el colegio adventista de plata donde sus padres tambien estudiaron.  Al finalizar el colegio el seguía decidido en entrar a la medicina y despues de muchas pruebas y viajes el lo logró, graduandose como medico en la universidad de buenos aires en el año de 1954 el fue jefe de cirujía  y tambien logró fundar y dar inicio a la escuela de Salud Prevencion y Recuperacion de quimiodependencias en san martin libertador , fue uno de los fundadores de la facultad de medicina en el año 2002. Esta gran historia nos enseña que por mas pruebas que la vida nos ponga nosotros debemos persistir y seguir nuestros sueños aunque a los ,demas no les guste nuestra forma de ser ,si vamos de la mano de Dios todo es posible
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Hoy camino con Dios

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  Viernes, 08 ene. 2021   "Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente, Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció" (Mat 8:1-3).    Nos hemos acostumbrado a las etiquetas, pero algunas veces nos etiquetan no en fotos, sino con adjetivos que duelen. ¿Qué pasaría si todos anduviésemos por la calle con un cartelito con las etiquetas que otros nos ponen, o esas que a veces nos autoasignamos, que pueden tener un poco de razón, o solo ser un espejo de cómo se siente el otro?  El hombre de nuestra historia llevaba una etiqueta antigua que no podía esconderse detrás de una pantalla o de un perfil estratégicamente pensado. Tenía que gritar "¡Inmundo! ¡Inmundo!" por si alguien no se había “actualizado".  En El Deseado de todas las gentes, leemos que ellos, los leprosos, "no se atrevían a esperar que Jesús hi
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